22 de mayo de 2014

¿Merece la pena escribir un "diario de tomas"?

Una de las recomendaciones típicas que se les suele dar a las madres múltiples para organizar las tomas de leche es escribir un "cuaderno o diario de tomas". Como su propio nombre indica, es un cuaderno donde anotar las tomas de leche que hace cada mellizo y otra serie de datos para evitar que la mala memoria nos juegue una mala pasada y luego no sepamos qué mellizo ha comido a qué hora, ni si la toma fue buena, ni si hizo caca después, ni si tardó más de lo normal, ni si la toma fue dolorosa... y otra serie de cuestiones prácticas que pueden resultar de interés en la consulta del pediatra o de la matrona (o simplemente para controlar mejor la logística familiar).

Aunque es más importante para las madres múltiples, sobretodo para las "supermúltiples" (trillizos o más, que quieran intentar la "ruleta de niños" y establecer turnos de pecho y biberón), también lo pueden usar las madres únicas si es que temen o empiezan a tener tomas problemáticas.

El cuaderno de tomas debe ser una libretita práctica en la que apuntaremos, por ejemplo en una esquemática tabla con varias columnas, datos como: fecha, hora de la toma, pecho del que ha mamado, el bebé que ha mamado (si procede), duración de la toma hasta que el bebé se desengancha, y espacio para comentarios (¿la toma la consideramos buena? ¿El niño se ha desenganchado solo y se ha quedado satisfecho?¿Ha llorado tras engancharse?¿La toma nos ha dolido?¿Ha necesitado después un suplemento de leche, y si es así, cuantos mililitros ha tomado? ¿Ha hecho caca o pipí muy abundante cuando le hemos cambiado?

El cuaderno de tomas es interesante porque refleja fielmente el progreso de la lactancia, sobre todo en lo que a disminución en la duración de las tomas se refiere, y cambios en el patrón de deposiciones (por ejemplo, la fase de "falso estrenimiento de la lactancia"). Es dificil acordarse de todos estos datos de forma fidedigna, sobretodo con gemelos. De este modo podemos detectar también  picos de crecimiento (con aumentos en el número de tomas diarias) y crisis de lactancias (lloros repentinos al poco de empezar la toma) o comportamientos anómalos (vómitos, regurgitaciones, más gases de lo normal...)

Además, si fuera necesario ponerse en contacto con una asesora de lactancia, nos preguntará datos que podremos tener apuntados. ¿Cuándo fue la última toma buena que hizo? ¿Qué suplementos ha tomado? ¿Cuándo empezaron los dolores de pecho? ¿Ha llorado al pecho?¿Hay alguna toma que hayas sospechado que el niño estaba mal colocado? ¿Cuántas tomas diarias hace ahora? ¿Cuántas tomas hacía el mes anterior? ¿Cuál es la separación y duración de las tomas?

El objetivo del cuaderno es servir de apoyo a la memoria, no controlar la duración de las tomas para intentar conseguir los famosos "diez minutos de cada pecho cada tres horas". Lo que importa no es comprobar si nuestro bebé se ajusta al reloj a la perfección, porque la lactancia funciona a demanda, sin controles horarios.

Ni qué decir tiene que en el cuaderno también podemos fechar la introducción de los diferentes alimentos cuando el niño empiece con alimentación complementaria (puede ser de interés médico saber con precisión en qué fecha se le introdujeron al bebé los lácteos, el huevo, el gluten, el pescado, o ciertas frutas), la detección de los primeros dientes, la medición de la fiebre, las dosis de vacunas (por si cambia el comportamiento del niño y eso afecta a la lactancia), si ha tenido mala noche o no, los controles de altura y peso, etc.

Prescindible pero recomendable

La compañía del cuaderno de tomas es importante al menos durante los primeros tres meses, que es cuando más cambios en los patrones de lactancia hay, asi que ocupará un hueco especial si montamos una lactation workstation.
Las primeras semanas dando el pecho a mellizos pueden ser un follón, cuando todavía no nos atrevemos a simultanear del todo a los mellizos, o uno duerme de más y se salta una toma con respecto al otro, o no tienen un pecho fijo asignado y van rotando y a lo mejor no maman igual de bien de uno que de otro, o uno se desengancha antes porque mama mejor y no se queda dormido con el pezón en la boca, o necesitamos suplementar. Asi que mejor registrar todo el asunto.

Progresivamente, cuando veamos que el tema ya está todo controlado, podremos decidir suspender el registro (¡las tomas nocturnas son un coñazo), porque para algo la lactancia es a demanda y si nunca hay nada reseñable, tiene poca gracia plasmar una rutina.

Las tomas nocturnas podemos garabatearlas en sucio y después pasarlas a limpio para evitar encender la luz y despejarnos en exceso. Pero no conviene confiar en nuestra memoria por la noche porque es muy frecuente, sobre todo si se practica colecho, que no nos acordemos exactamente cuántas tomas ha hecho el  niño y a qué hora y por cuanto tiempo, aunque intenemos repetirnoslas entre sueños.

La verdad es que después de librarme del cojín de lactancia de lo que más me alegré fue de suspender la escritura del libro de tomas, sobretodo por la noche, pero me alegro de haber plasmado la historia de mi lactancia. Sirve para tener una retrospectiva y sorprenderse de la diferencia que puede haber entre los inicios y las tomas cuando la lactancia está establecida. Ahora aprovecho las páginas libres para seguir llevando un mínimo control de pesos y fiebres (porque los pediatras siempre preguntan qué dias NO ha tenido fiebre para distinguir unos catarros de otros o de un proceso catarral continuo, y sólo me acuerdo de los días que SÍ ha tenido fiebre). Además, siempre lo querré guardar como recuerdo.

¿Alguien más ha llevado o lleva un cuaderno de tomas?

17 de mayo de 2014

Luces y sombras del Baby Led Weaning

En una entrada anterior hablé sobre los famosos 6 meses de lactancia materna exclusiva que toda madre lactante "debe" cumplir a rajatabla para poder entrar en el cielo de las lactantes, y sobre cuál era el mejor momento de empezar con la alimentación complementaria del bebé.

Era un paso previo para dar mi opinión sobre un método de moda de introducir los sólidos en la alimentación del bebé que se ha dado en llamar Baby Led Weaning (BLW), o "destete dirigido por el bebé".

El método de marras se explica en un librejo lamentablemente escrito por Gill Rapley y Tracey Murkett (comadrona y periodista, respectivamente), no demasiado bien documentado, basado fundamentalmente en el "amimefuncionismo" (y el sentido común) que se ha traducido al español como "El niño ya come solo".
Hay surtida información sobre el método en la página en español www.babyledweaning.es así que no merece la pena gastarse el dinero en él.

El BLW se sustenta en que hay que olvidarse de los purés y papillas, salvo los purés que ese día toque comer a la familia. Vamos, que no es necesario hacer comida especial para los niños y que desde los 6 meses tienen que comer lo mismo que coma la familia, como mucho adaptando la textura de los alimentos a las capacidades del bebé (cortando la verdura en tiras blandas, machacando las patatas...). Al niño se le van ofreciendo toda clase de alimentos y él los chupetea, dipea y mosdisquea con las encías o con los dientes que vaya teniendo. El 90% de esos alimentos acaba fuera de la boca del niño, por supuesto, pero se supone que con LM y el 10% de comida que por casualidad acabe en su estómago, el niño irá creciendo saludable.
Los progenitores por su parte deben resistir la tentación de evitar tanto desperdicio y suciedad en aras de la estimulación y el aprendizaje de la criatura. Con el tiempo, el niño aprenderá a comer más cantidad, más variedad y si se cumplen las predicciones del libro, en breve tiempo le tendremos pidiendo doble ración de acelgas.
El libro incluye abundantes fotos demostrando cómo niños de incluso 6 meses se meten solos trozos de comida sólida en la boca, que es una cosa que se sabe desde antiguo gracias al famoso "chusco de pan", pero esas fotos no demuestran que haya niños que pasen un hambre atroz si solo se sustentan con mordisquitos y chupitos de leche.
Esto no es un BLW: esto es darles un chusco-pan de toda la vida
Yo también tengo muchas fotos de esas y no se me ocurre vender la idea de que mis hijos se sustentan sólo a base de trozos de comida sólida, porque a parte de la comida sólida que les doy requieren papillas de refuerzo...o se quedan con un hambre que me montan la mundial.

San Carlos González también incluye en sus evangelios proclamas anti-papillas, o mejor dicho, anti-forzar al niño a comer papillas cuando no quiere o no le gustan. También hay otros libros en una línea parecida publicados en España, aunque más centrados en enseñar a que no hay que forzar a los niños a comer cuando muestran poco apetito o hacen bola.



El BLW parece fantástico visto desde fuera y es comprensible que una madre inexperta se entusiasme fantaseando con hacer BLW y así evitar preparar papillas y comprar potitos como hacen todas esas madres engañadas por las maliciosas multinacionales. Pero en realidad es un método al que le veo importantes defectos, que voy a detallar.

¿Realmente es suficiente?

En la obra de Rapley y Murkett echo de menos referencias a informes científicos que demuestren que si se cumple su método a rajatabla (nada de purés salvo el día que toque desde los 6 meses) los niños crecen al mismo ritmo e idéntica salud (niveles de hierro en sangre incluidos) que los que utilizan el método tradicional de puré o papilla  principalmente + trozos de lo que surja (pan, frutas, etc). Ya expuse anteriormente que uno de mis hijos tuvo anemia, y eso que ya comía pollo y ternera (en puré). Tuve que suplementar aún más su alimentación. No quiero ni pensar cómo hubiera estado a base de zanahoria hervida y ramilletes de coliflor, porque la ternera la hubieran mordisqueado muy poco.


¿Qué pasa cuando ya no se puede seguir dando el pecho a demanda como base de la alimentación del bebé?

Si pasados 6 meses la madre no puede o no quiere dar el pecho a demanda como hasta entonces (porque trabaja fuera de casa y no puede o su producción ha bajado mucho, o ya se está planteando el destete), la alimentación complementaria pasa a adquirir más peso en la alimentación del niño de lo deseable (en vez de ser realmente complementaria pasa a ser equivalente en importancia a la leche), y si sólo dejamos que el niño coma "lo que explore" realmente va a ser insuficiente si no cuenta con buenas tomas de pecho detrás.

Las madres que practican el BLW reconocen que su hijo come "de todo, pero poquito". Realmente no importa que sea poquito, siempre y cuando el niño gane peso, esté bien de salud (o lo parezca) y su alimentación siga basándose fundamentalmente en muchas tomas de pecho.
Pero como digo cuando esas tomas frecuentes no son posibles, ese "poquito" comer realmente resulta escaso. Más que nada porque basta comparar la cantidad de puré espesito y contundente que tomaría el niño con la cantidad de comida que mordisquearía si se la damos sin triturar.

OJO

En todo momento estoy hablando de la cantidad de puré que come un niño voluntariamente y sin forzar, es decir, abriendo la boca activamente y con ganas. Jamás hay que forzar para dar de comer a un niño que gira la cabeza, escupe, llora, se niega o muestra rechazo, porque ya ha demostrado que está saciado o que le repugna lo que le estamos dando (a veces porque está muy caliente o en mal estado y nosotros no nos hemos dado cuenta!!!).
Aunque un porcentaje alto del puré en realidad es líquido, la cantidad de alimento sólido que consumiría el niño sigue siendo proporcionalmente mayor que los mordisquitos que dé el niño a esto o aquello.

Una madre que haya visto comer una cantidad sustancial de puré a su hijo no se volverá a quedar conforme con que el niño se haya quedado saciado mordisqueando esto o aquello hasta que se cansa y empieza a tirarlo todo al suelo, porque claramente estaría comiendo mucho menos alimento. Y si no puede comer pecho tenerle a base de leche de fórmula pudiendo comer filete de ternera con verduras y fruta (triturados) es algo ridículo, respetando las raciones de lácteos adecuadas.

Guarderías saboteadoras

De poco sirve que la madre dedique tiempo en preparar alimentos sólidos variados para que su hijo explore a placer (que si brócoli hervido por aquí, que si patata asada por allá, cortada en tiritas, que si rodajas de calabacín por acullá...) y después más tiempo aún en limpiar el niño, el suelo, la trona y todo el estropicio, si después cuando lleva el niño a la guardería le dan purés bien triturados. Ya se sabe: tal día, puré de pollo con verduras. Tal otro, puré de ternera con verduras. Y de postre, yogur. De merienda, papilla de frutas.
En las guarderías tienen que optimizar el tiempo que dedican a dar de comer a tanto niño, y desde luego no tienen tiempo ni de limpiar mucho estropicio, ni de vigilar que los niños no se atraganten y coman lo suficiente. Así que van a lo fácil.
Cuando los niños se acostumbran a los purés muy triturados es difícil que en casa muestren tolerancia a los tropezones.
Por eso es importante que el niño vaya a una guardería en la que coman de forma adecuada a su edad y en la que vayan cambiando la textura de los purés (no tan triturados, y más variados) y cuando proceda (normalmente después del año) empiecen a aumentar la proporción de comida realmente sólida.
Lo que hace la madre en casa y lo que hace la guardería debe ir a la par.

No todos los niños parecen cocodrilos a los seis meses

Un niño desdentado puede empezar a comer alimentos sólidos lo suficientemente blandos, porque las encias trocean la comida: pan, pera conferencia, caqui, mango, fresas, aguacate, galletas, verdura hervida, patatas, salchicas, hamburguesas, pescado...
Pero evidentemente hasta que el niño no tiene un número de dientes aceptable, incluso muelas, no se siente realmente cómodo mordisqueando cosas duras. Y hay niños que tardan bastante en tener un buen número de dientes.Los niños retrasados dentales pueden tener problemas a la hora de aceptar alimentos como la carne, que es muy trabajosa de masticar.

Los padres somos seres humanos

Lo que queda implícito en el libro del método BLW es que un progenitor promedio tiene que madrugar, trabajar 8 horas diarias, tragarse una hora de atasco de ida y otra de vuelta para ir a currar, llegar a casa, limpiar la casa y encargarse de asuntos domésticos el poco rato que el niño no esté dando la brasa, y que cuando llegue la hora de comer tiene que tener tiempo, disposición, ganas y sentido del humor para preparar una comida adecuada para los pequeños de la familia, amén de sana,  vigilarles todo el tiempo que tarden en explorar su comida y limpiar todo lo que ensucien, y no enfadarse ni perder la paciencia cuando la gran mayoría de lo que han preparado con esmero acabe en el suelo, las paredes o el techo.

Esto es lo que menos malo que puede pasar cuando un bebe de 7 meses "come" aguacate

Todo bajo la sombra de la amenaza de que si no lo haces como ellos dicen y sigues las indicaciones de su libro, tendrás que estar persiguiendo con la cuchara al niño hasta que haga la comunión, les costará mucho comer sólidos después y no aceptarán ni frutas y ni verduras.

A lo mejor las autoras no se han dado cuenta de que hay madres y padres que trabajan fuera de casa y que llegamos REBENTADOS al hogar, y que aceptamos con gusto ir "a lo fácil" (purés que el niño zampa sin rechistar) los dias especialmente malos. Ya bastante trabajo dar preparar purés caseros para no recurrir a los comerciales. Las madres no somos máquinas, basta ya de meternos más presión de limpieza. Nuestra paciencia también se agota, y no disfrutamos limpiando. Así que la exploración con la comida, a su debido tiempo y circunstancias, porque hay días que es muy cansado limpiar mucho estropicio, y hay tiempo de dejar que los bebés manipulen la comida y los cubiertos cuando estén más preparados.

No todos los alimentos molan

Lamento aguar la fiesta pero los niños exploran con agrado la coliflor y el brócoli hasta que descubren las salchicas y las patatas fritas, porque los pequeños tienen una predilección innata por los alimentos sabrosos, dulces o muy energéticos: de ahí la dificultad de que coman verduras "sin camuflajes" de salsas, bechameles, rebozados... Las verduras hervidas no suelen entusiasmar, por insulsas e insípidas (y tampoco deberíamos abusar del aceite o la sal para mejorar su sabor...). Los tropezones tampoco, porque los niños toleran mejor los trozos que ellos desprenden al masticar que los que les vienen dados. A mis hijos, por ejemplo, jamás les ha gustado la textura disgregada del arroz, el cuscús o los fideos: el rechazo es visceral desde inicio. Tampoco les entusiasma ninguna clase de pasta, ni la rellena de carne siquiera. La lechuga se les pega en el paladar y les da demasiadas arcadas; eso cuando no la tiran con desprecio casi sin mirarla. Otro tipo de alimentos, como el tomate crudo, lo han rechazado desde siempre.
El rechazo por los alimentos bajos en calorías es normal en los niños y tiene incluso una explicación evolutiva, así que no vengan a vendernos la moto de que si les damos arbolitos de coliflor desde pequeños luego van a ser devoradores de brócoli, porque van a preferir pizza.

No siempre los horarios coinciden

Una máxima de la alimentación infantil es que hay que hacer que los niños participen de las comidas de los adultos, que estén presentes cuando nosotros comemos y que intenten comer lo mismo que nosotros (si es adecuado para su edad, cosa que los adultos debemos intentar). Los niños son imitadores natos y quieren sentirse integrados en su grupo, así que disfrutan viendo como comen los adultos e intentar imitarlos, pidiendo de su comida e intentado reclamar el uso de los cubiertos.
Esto facilita además la logística de comidas, porque el tiempo que se dedica a preparar la comida adulta se puede emplear en adaptar esa comida a los niños: no hay que cocinar algo especial "entre horas".

AHORA BIEN

En el mundo anglosajón, del cual parte el BLW, esto es fácil, porque sus horarios de comida-merienda-cena son muy "infantiles" (comen y cenan pronto). En España, donde muchos adultos comen sobre las 14:30 y cenan a las 22:00, es dificil adaptar el horario a las comidas de nuestros hijos. Al final muchos padres acaban comiendo mientras el niño se echa la siesta, y cenan cuando el niño ya se ha ido a dormir.
Esto dificulta la logística de preparar la comida sólida a los niños (porque obliga a cocinar entre horas, o a recalentar) e impide que los niños vivan la hora de las comidas como un entrenamiento.
Asi que hay que intentar ajustar los horarios de comidas, adelantando la comida de los adultos lo máximo que se pueda, pero no siempre los padres pueden o quieren.

Basta de publicidad engañosa

Intentar vende la moto de que con el BLW el niño aprenderá a comer verdura en el futuro mejor que si solo hubiera comido puré de ternera es publicidad engañosa y una vil estrategia para convencer a los padres de comprar su producto, neurotizados y atormentados porque su hijo rechaza la ensalada, las espinacas y las acelgas.
Pocos niños hay sobre la tierra que prefieran acelgas hervidas a una pizza y eso es independiente de cómo se les haya introducido la alimentación complementaria. Al final, todos acabamos comiendo sólidos, así que basta de engañar a los padres con falsas expectativas acerca de la tolerancia futura a las verduras si se evitan las papillas de inicio.
Eso si, los niños aprenden por imitación. Comerán mejor la fruta y la verdura si ven a sus padres comiéndola frecuente y abundantemente desde siempre.


Entonces, ¿en qué quedamos?

Cada madre tiene que criar a sus hijos como mejor le parezca, siempre recodando la máxima de que "la madre propone, pero el niño dispone". A menudo que adaptar nuestras expectativas a las necesidades y progresos del niño.
El BLW ortodoxo (nada de papillas ni purés específicos) no lo veo factible para los bebés tragones ni las madres trabajadoras: la realidad  de este método no es tan feliz como lo pintan.
La alternativa es lo que se ha hecho toooooda la santa vida: un modelo mixto en el que la comida completamente sólida y los purés conviven pero modificando las proporciones en función de la edad del niño: sobre los seis meses, predominan los purés. A partir del año, los alimentos sólidos deben ir ganando protagonismo paulatinamente. Es decir , que coexiste el pecho, como alimento lácteo en sí mismo y consuelo, con los purés, y también las pequeñas porciones de comida sólida que el niño acepte. El postre es otra ocasión de intentar que el niño coma sólidos no triturados.
El Angelito1 come galletas con extraordinaria limpieza desde los 6 meses, pero no se me ocurre vender un libro sobre ello como si hubiera descubierto la sopa de ajo

Lo que sí podemos aprender del BLW

Conocer el método BLW nos ayuda a recordar una serie de importantes lecciones:

Dar de comer a un niño no sólo consiste en darle alimento, si no estimulación. Podemos hacer renuncias temporales en aras de la comodidad, pero siempre que podamos (e intentaremos poder) promoveremos que el niño coma desde inicio alimentos sólidos adaptados a su edad, de forma sana y variada, y le animaremos a usar los cubiertos y a beber sin biberón. Complementaremos con puré si no resulta suficiente.

Los progenitores deben actuar con paciencia y perseverancia, sin desalentarse por los desprecios y negativas del niño, sin enfadarse ni convertir las horas de las comidas en una batalla campal, y ofreciendo cada cierto tiempo los alimentos previamente rechazados por el niño para estar atentos a sus cambios de apetencias.

Hay que atender las señales de saciedad al niño y no forzarle, ni atiborrarle, ni aprovechar distracciones para meterle cualquier cosa en la boca a la fuerza, ni intentar que coma platos despreciados porque nos sale a nosotros de las narices...

La suciedad es inevitable. Debemos atender las peticiones del niño a explorar la comida con las manos, a utilizar solo los cubiertos, a beber solo, y darle cancha para que vaya aprendiendo.  Eso significa que se manchará la cara, las manos, hará la catapulta y la comida acabará en el techo, tirará la comida al suelo...Podemos hacer cosas para evitar desgracias (cubiertos de tamaño manejable, vajilla de plástico, vasos con pitorro, dar de comer en una zona "limpiable", ponerle baberos de plástico con mangas, incluso poner papel de periódico en el suelo para recojer lo que se caiga) pero dedicar cierto tiempo a la limpieza después de que el niño coma tenemos que asumirlo como inevitable.

Hay que adaptar nuestros horarios de comida a los de los niños siempre que sea posible para que los niños puedan estar en la mesa comiendo con nosotros. Viéndonos comer, ellos aprenden.

Hay que perder el miedo a los atragantamientos. Evitando por lógica los alimentos pequeños y duros (frutos secos sobre todo, que pueden provocar asfixia), los niños se atragantan menos cuando controlan ellos mismos lo que se meten a la boca que cuando los trozos vienen impuestos desde fuera. Los niños tienen fuertes arcadas que les permiten regurgitar los trozos muy grandes, o lo que se les pega al paladar, y los padres pueden llegar a asustarse mucho cuando el niño se pone rojo, pero hay que perderle el miedo y no caer en la tentación de dar triturados finos al niño sólo porque somos unos miedicas. Saber masticar lo suficiente, no comer deprisa y conocer lo que cabe en la boca y lo que no, forma parte del aprendizaje.

Los cubiertos especiales para bebé (silicona blandita, etc) son un gasto perfectamente evitable. Aprenden fenomenal con nuestras cucharillas y tenedores de postre (tamaño pequeño) de acero inoxidable de toda la vida.
Qué bien se apañan para comer...lo que les mola y por un rato corto antes de empezar a tirarlo todo
Si la tarea de dar de comer al angelito nos estresa o se nos hace dificil, delegaremos esa tarea en alguien para recobrar la presencia de ánimo.

Resumiendo: si quieres evitar las papillas del todo, el niño puede pasar más hambre que Carracuca. Y entonces no creo que vengan Gill Rapley y Tracey Murkett a aguantar sus lloros hasta que el pobre niño se convenza de que brócoli hervido y trocitos de salchicha y no 200 gr de puré es todo lo que hay para comer. Un niño buen comedor necesitará comida triturada en forma de puré (que puede ser clasero, evidentemente) en la mayoría de comidas durante meses y meses. Eso no es incompatible con la idea de que al niño no hay que hacerle sufrir dándole de comer y que si no quiere papilla, NO SE LE DA PAPILLA. Batallas campales y lloros a la hora de comer, JAMÁS.

Un sistema mixto de papillas y comida sólida sin forzar y dejando experimentar cuando hay tiempo y ganas tanto por parte del bebeé como de los progenitores, es una opción intermedia más fácil de adaptar a la mayoría de las realidades familiares, sobre todo en el caso de las madres trabajadoras.

¿Habéis tenido alguna experiencia de encanto/desencanto con el método BLW?

Sigue el debate en esta otra entrada del blog.

14 de mayo de 2014

¿Cuándo se acaba la LME? ¿Cuando el bebé cumple 6 meses, o 7?

Aunque se aparta un poco del contenido del blog, me gustaría escribir mi opinión sobre el método de introducción de alimentación complementaria conocido como Baby Led Weaning (BLW a partir de ahora), que podríamos traducir como "destete dirigido por el bebé".
Pero antes de entrar en materia me gustaría puntualizar algunas cosas sobre cuál es el momento idóneo para abandonar la lactancia materna exclusiva (LME) y filosofar sobre los famosos "seis meses" de LME que recomienda la OMS, y a eso voy a dedicar toda esta entrada.

Hasta hace unos años, la recomendación de la OMS y las asociaciones de pediatría era empezar a introducir la alimentación complementaria a los 4 meses de vida de los bebés, pero se retrasó hasta los 6 meses fundamentalmente por dos motivos de salud y un motivo práctico:

Los motivos de salud son:
  • Retrasar a esa edad la introducción de los alimentos y sobretodo del gluten reduce la gravedad de una posible reacción alérgica y además reduce en número la aparición de tales reacciones. Así que mejor a los 6 meses que a los 4.
  • Más o menos a los 6 meses se acaban las reservas de hierro de las que dispone el bebé desde el nacimiento (recordemos que la leche de todos los mamíferos tienen poco contenido en hierro, aunque su biodisponibilidad es excelente, es decir, que el poco que hay se absorve divinamente y eso da de sobra para ir tirando un tiempo). Acabadas las reservas se requieren aportes extraordinarios de hierro para evitar una posible anemia.
El motivo práctico es que sobre los 6 meses empieza a ser fácil y factible empezar a dar alimentos nuevos y sólidos a los bebés, porque a esa edad la mayoría de los bebés ya se aguantan derechos bastante bien, saben mostrar señales de saciedad (girando la cabeza, escupiendo la comida...), abren la boca cuando se les ofrece alimento apetecible, tienen arcadas para expulsar lo que se les atragante,  tienen mucha curiosidad por alimentos nuevos (mordisquean, manosean...) e incluso son capaces de llevarse una cuchara ellos mismos a la boca.
Con 4 meses la verdad es que muy pocos bebés sostienen la cabeza bien, o se aguantan en una trona, o aceptan bien que se les quiera meter en la boca otra cosa que no sea un pezón o una tetina, así que puede convertirse en un suplicio intentar que coman algo distinto a la leche, y ya no digamos algo sólido.

¿Por qué hay pediatras y familiares que siguen presionando para que se empiece a dar fruta o cereales a los 4 meses, si parece claro que a esa edad el bebé no está preparado ni lo necesita?

Pues seguramente por una serie de motivos históricos que han ido perdurando.
Por un lado, las leches artificiales de hace 30 años tenían una formulación (aún) más lamentable que la de ahora y era perentorio introducir vitaminas frescas en la alimentación de los bebés para evitar complicaciones futuras. Hoy en día las leches de fórmula están más perfeccionadas y no hay que introducir tan pronto ni vitaminas ni minerales externos a la propia leche.
Por otro lado, un niño alimentado con leche materna tienen un crecimiento rápido durante el primer trimestre (con famosos picos de crecimiento, que bastantes quebraderos de cabeza dan) pero después su aumento de peso se ralentiza (por eso las curvas de crecimiento son curvas y no rectas), llegando a ser alarmantemente lento a partir del quinto mes. ¿Qué desea entonces un pediatra o una madre asustadiza? Empezar a meter calorías a cholón aparte de la leche (o sea, cereales).

Aparte de eso, perdura con mucha fuerza un mito (mantenido por profesionales de la vieja escuela y familiares) que consiste en pensar que cuando a un niño se le dan cereales por la noche duerme de un tirón, así que se le meten a cholón en cuantito su organismo puede procesarlos. Lo cierto es que los estudios clínicos realizados demuestran con estadísticas que es falso que los niños se despiertan menos metiéndoles pronto los cereales, porque no siempre que el niño se despierta, es por hambre. Pero posiblemente como sobre los 4-6 meses los bebés tienen una "mejoría" transitoria en sus patrones de sueño y tienden a dormir más del tirón al menos durante la primera mitad de la noche (a los 8-9 meses se vuelve a joder el invento), pues seguramente la gente relacionó mal la causa y el efecto y pensó que la mejoría del sueño se debía a la introducción de los cereales.

Además, si parece fisiológico que el niño gane menos peso en esos meses, ¿realmente es bueno "forzarle" con alimentación más calórica que lo que necesita?

Recapitulemos, que me voy por las ramas:

La OMS se dio cuenta de que empezar a introducir alimentos sólidos a los 4 meses era demasiado prematuro e innecesario porque la leche materna da de sobra para aguantar hasta los 6 meses , más o menos. Esto protege de alergias alimentarias futuras entre otras ventajas. A partir de los 6 meses, el problema de la falta de hierro hace imperioso empezar a introducir otros alimentos (el orden no está escrito en piedra y está sujeto a la idiosincrasia de cada madre y cada país y daría para un blog entero).

El caso es que el mensaje de "lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses" es una frase envenenada que da muchos quebraderos de cabeza a las mujeres, siempre muy dadas a tomarse las cosas muy a pecho, y nunca mejor dicho.

  • Por un lado, si al bebé en esos 6 meses le ha caído un biberón de fórmula que otro, la madre se queda con el reconcome de si ha dado lactancia materna exclusiva o no y de si tiene un "borrón en su expediente" por no haber cumplido a rajatabla con el sacramento de los 6 meses de LME.                   
  • Si por motivos de escasa ganancia de peso del bebé el pediatra empieza a recomendar empezar con cereales u otra cosa antes de los 6 meses, a la madre se le rompe el alma porque tampoco ha cumplido con el sacramento de los 6 meses de LME y puede pensar que es una mala madre, que es "menos" que las demás mujeres, etc. Un disgustazo.
  • Las talibanas de la lactancia y las primerizas más neuróticas quieren ser más papistas que el Papa y marcan en el calendario los dias que quedan para cumplir los 6 meses, habiendo opiniones encontradas sobre si los "seis meses" se cumplen el día que el bebé celebra su sexto cumplemes, o el último dia antes de celebrar el séptimo. Eso significa que hay madres tan obsesivas con el asunto que si su bebé nació el 1 de enero, un suponer, consideran que su bebé debe estar con LME hasta el 30 de junio e incluso al 1 de julio, y no el 1 de junio, para quedarse con la conciencia tranquila y cumplir el sacramento supremo de dar LME durante 6 meses. Ni qué decir tiene que llevar las cuentas con esta precisión no es el objetivo de la OMS y que es una conducta absurda y ramplona, porque el límite de los seis meses obviamente es flexible y sujeto a las condiciones de salud del bebé.
Es decir, que si el bebé tras el primer trimestre tiene un parón en la subida de peso, e incluso una leve disminución, no te van a venir los de la OMS a darte con una cachiporra en la cabeza si le metes cereales al niño con 5 meses y medio. Y si ni tu hijo adelgaza ni parece tener anemia y se la sudan mogollón los alimentos sólidos pasado el séptimo mes, pues tampoco pasa nada por retrasar la introducción de sólidos. Estoy segura de que San Carlos González suscribiría esta afirmación.

AHORA BIEN

Realmente yo no recomiendo pasarse de esos primeros seis meses con LME (seis meses entendidos de forma flexible como la fecha cercana al día que el bebé cumple 6 meses). Ya no sólo porque realmente el parón en la ganancia de peso puede ser muy alarmante, sino porque el problema de la falta de hierro es muy real, aunque seguro que pasa desapercibido en la mayoría de casos.
Mi Angelito2 tuvo anemia y me enteré únicamente porque seguía bajo control médico por su ictericia de nacimiento: por fuera no se le notaba nada, ni en su comportamiento. ¡Y se la detectaron cuando ya le había introducido el pollo y la ternera! El Angelito1 no sé si tuvo anemia porque no le hicieron análisis, pero no me extrañaría que también andara falto de hierro por esas fechas. Si yo me hubiese resistido a meterles cereales o carne hasta el séptimo u octavo cumplemes, como mucha madre lactante obsesiva, ¿cuánto tiempo hubiera estado su organismo en situación de anemia?
Cierto es que la ictericia aumenta la probabilidad de padecer de anemia después, pero quiero hacer hincapié en que esa anemia no se notaba nada, es invisible.

Así que mi recomendación personal es que, con flexibilidad y sin estresarse, respirando hondo, se empiecen a ofrecer alimentos ajenos a la leche de la madre entre los 5 y los 7 meses de vida del bebé, preferentemente cereales comerciales enriquecidos en hierro y si la progresión en la aceptación de los alimentos es buena, preocuparse más de introducir las carnes que no en explorar primero todas las verduras del supermercado, porque el defecto de la leche materna es la falta de hierro, no de vitaminas y otros minerales, así que en ofrecer alimentos ricos en hierro nos tenemos que centrar (la fruta y la verdura se tienden a introducir pronto porque son digestivas, no por otra cosa).

Fantasean las fanáticas de la leche materna, e incluso San Carlos González lo insinúa en sus evangelios, que de la misma forma que la OMS cambió sus recomendaciones de dar LME de los 4 meses a los 6, en años venideros nos podemos encontrar con que, tras acumular y revisar las nuevas evidencias científicas, la OMS nos sorprenda con una nueva recomendación de retrasar la introducción de alimentos sólidos hasta los 7, 8 meses, o quién sabe, incluso más tarde. Aunque no descarto que haya modificaciones al respecto y que mis ojos lo vean, soy escéptica por lo dicho: realmente el número de niños que empiezan a adelgazar y a quedarse faltos de hierro sobre los 6 meses es demasiado alto como para que pueda ser una recomendación generalizada postergar la LME unos pocos meses más. Pero como el control del peso no es tan exhaustivo a esas edades y es absurdo realizar análisis de sangre a los bebés por rutina, no creo que sea algo que haga saltar las alarmas clínicas.
Además la mayoría de bebés a los 6 meses aceptan con gran disposición explorar la comida, y la Naturaleza tiene bien ajustados sus plazos.

Un último comentario: ni por asomo dudo que el hecho de que todas las leches de mamífero sean bajas en hierro tiene que tener un significado biológico y evolutivo que al ser humano se le escapa, y que una peuso-anemia en los niños de6 meses pueda ser incluso fisiológica. Supongo que será una manera de forzar al organismo a buscar otros alimentos y no estar permanentemente enganchado a la madre. Una manera como cualquier otra de espabilar a la chavalería.

Aclarado todo este asunto, en una próxima entrada me centraré en explicar en qué consiste el Baby Led Weaning cuales son sus fortalezas y debilidades y mi opinión y experiencia personal sobre el asunto.

¿Hay alguna identificada con lo que he explicado sobre obsesionarse con los famosos seis meses de LME?