“La teta es muy psicológica”
Frase estrella de la asesora de lactancia del taller al que
fui. Esas reuniones de madres en post-parto, con o sin profesional de la
lactancia presente, son muy recomendables y jamás he oído a nadie renegar de
ellas. Son buenas tanto para que te dé el aire durante la baja maternal y
estirar las piernas, como para desahogarte y hablar de neuras postparto con
otras mujeres en tu misma situación (hay cosas que un marido, una suegra o una
cuñada no pueden comprender) o simplemente para que una asesora de lactancia te
vaya haciendo un seguimiento y resuelva las posibles dudas cuanto antes.
El caso es que es muy significativo que los grandes
profesionales de la lactancia se caractericen no sólo por preocuparse
simplemente de la técnica y los números (número de tomas, peso, minutos al
pecho…) si no del bienestar psicológico de la madre, como factor clave no sólo
a nivel de producción de leche si no como indicativo del tiempo que puede esperar
que la lactancia dure (una mujer que esté viviendo un infierno seguramente lo
dejará pronto).
Me hacía gracia porque esta asesora, cuando alguna madre
comentaba cosas como “está todo el día a
la teta y llora mucho”, “no puedo dejar a la nena con el padre porque se pone a
llorar”, etc, solía decir siempre : “Y
tú, ¿cómo te sientes?”. Se preocupaba por los sentimientos, era estar como
en el diván del psiquiatra. Y venía fenomenal.
Es importante que la madre viva las fases de la lactancia y
la crianza del bebé con calma y seguridad en sí misma, y se sienta escuchada si
alguna vez se agobia. Hay presiones externas que ponen en duda la capacidad de
las madres para criar (parece que cada vez que llora el niño es culpa nuestra o
de nuestro cuerpo, que no produce suficiente leche porque es defectuoso) y
necesitamos, bastante a menudo, que alguien nos diga “lo estás haciendo bien,
lo que te pasa es normal, tú sigue así que todo irá fenomenal”.
Por eso el Paricio le puso ese título a su libro:
La información, la calma y la seguridad en una misma es la
diferencia entre una madre que se agobia y cercena la lactancia y una madre que
identifica y acepta con paciencia las fases de la lactancia, y busca ayuda en
cuanto hay algo que le supone un problema. El resultado es una lactancia más
satisfactoria y duradera.
“La teta tiene mucho de fe”
Esta frase me la dijo una enfermera de neonatos, una santa
de cuyo nombre lamento no acordarme, cuando yo le hice el típico comentario de
puérpera primeriza que por fin ha conseguido que el niño se enganche en
condiciones: “Es que como no sé si toma
mucho o poco…” Porque no me había notado la subida de la leche, y por tanto
no tenía criterios para evaluar si el pecho estaba vacío/lleno, si los niños
chupaban o no…
Hasta las lactantes más entusiastas y convencidas se habrán
preguntado alguna vez: ¿pero como sé que realmente está tomando suficiente
leche? El pecho no es transparente, no siempre se nota si sale leche o no sale,
y en todo caso, sólo el bebé sabe lo que realmente acaba en su estómago.
Entonces la buena mujer me soltó esa frase. Soy una mujer de
ciencia y la palabra fe me produce repulsión, pero tenía razón: mal pronóstico
tiene una lactancia en la que la madre no aprenda a confiar en su cuerpo y en
la función fisiológica que se está llevando a cabo. El pecho no es transparente
ni puta falta que hace, la producción de la leche depende de la demanda, y el
niño se desengancha cuando nota el estómago lleno. No hay que preocuparse de
volúmenes ni cantidades porque funciona por saciedad del bebé, y si el bebé se
queda calmadito tras la toma, es que se
ha quedado satisfecho. Si mama y remama habrá que pensar en otras explicaciones
ajenas a la falta de producción de leche: ¿Tendrá sed porque está demasiado abrigado?¿Está
en pleno brote de crecimiento? ¿Desazón por los dientes? ¿Está malito?
Parece una cosa fácil pero la inmensa mayoría de las
lactancias que fracasan los primeros meses es por desconfianza plena en el
sistema natural, desconfianza por sistema de que el niño se ha quedado saciado
y de que si hace tantas tomas y tarda tanto tiempo es por una anormalidad en la
calidad o cantidad de la leche.
“Si funciona…¡¡no lo cambies!!”
Esta frase me lo dijo una de las asesoras de lactancia del
taller al que fui, cuando le comenté que, debido al tamaño de mi areola y al
pequeño tamaño de la boca de uno de mis hijos, ni de coña se cumplía esa máxima
de que “los labios del bebé deben abarcar el máximo de areola”… ¿Cómo podía
estar yo segura de que abría bien la boca y estaba bien colocado? Pues la respuesta
es fácil: si la lactancia está funcionando bien así, y el niño está contento y
gana peso, y el pecho no duele… ¿por qué hay que preocuparse de no cumplir las
frases que ponen en los libros? Si la toma es buena no hay que darle tantas
vueltas. Al final y en calidad de madre múltiple he tenido que saltarme a la
torera muchas de las recomendaciones clásicas de lactancia. No solamente lo de ofrecer
el segundo pecho al niño (con gemelos, cada niño tiene que apañarse con un solo pecho), si
no lo de asignar un pecho a cada niño, o no intercambiarlos, o mil movidas mas…
Al final, pongas como pongas a los niños al pecho, la lactancia se regula. Y si
así ha ido funcionando…¿para qué te vas a preocupar? Hay que relajarse y
disfrutar.
“La lactancia no es una frágil flor de invernadero, es una
de las funciones mas robustas del nuestro organismo”
Me acuerdo que cuando leí esta frase mítica del libro “Un
regalo para toda la vida” de Carlos González, no estaba ni siquiera embarazada,
pero como soy una cagaprisas ya me estaba informando de temas de puericultura,
y pensé, con gran indignación: “¿Cómo
puede este hombre simplificar de esta manera el asunto? Si fuera tan fácil dar
el pecho como él lo pinta, no habría tantas mujeres que se dan por vencidas, ni
habría índices tan altos de fracaso en la lactancia, ni tantas mujeres con
problemas a la hora de dar el pecho”.
Pasó el tiempo y ahora que soy madre lactante de gemelos,
puedo suscribir esa frase: la lactancia es una función muy robusta del
organismo. Incluso sin haber dado a luz por via natural y trastocar
completamente el sistema hormonal del parto y alumbramiento, la leche acaba
apareciendo, se regula por mecanismo sencillos y una vez bien establecida, es
realmente persistente. Además se puede actuar sobre ella de forma farmacológica
con buenos resultados.
Ahora, desde mi experiencia, se que la inmensa mayoría de
lactancias que fracasan se debe a falta de información de la madre, falta de
confianza en sí mismas, agobios de la madre, presiones externas para usar
biberón, malos consejos de los profesionales de salud y en general, razones
ajenas a la voluntad de la madre o a la salud de la madre o el bebé, aunque
también hay bastante de decisiones simplemente egoístas.
Realmente, solo en caso de problemas médicos concretos
podemos hablar de que la lactancia “no funciona”. A este respecto, es una
función fisiológica mucho más puesta a punto que el parto, por ejemplo, en la
que la distocia durante el proceso es más frecuente y la madre poco puede hacer
para mejorarlo porque no depende solo de su voluntad consciente. Así que un punto
para el señor González, aunque sigo pensando que debería ser más consciente
cuando escribe de que no, la lactancia, debido a la mala cultura de la leche y
las presiones externas, no es tan fácil como él lo pinta. ¡Que no nos quite
mérito!
"Por culpa de la lactancia materna no disfruté de la crianza de mi hija pequeña. A la mayor le di biberón y pude disfrutar mucho más"
O algo parecido. Era un testimonio de estos que aparecen en las revistas de bebés, hablando de los pros y los contras de dar el pecho. La leí creo que estando embarazada y me dio pánico pensar que realmente, luchar por la lactancia materna era sacrificar una crianza tranquila, sin lloros, cómoda, y que la lactancia materna pudiera amargarte la crianza del niño.
Y mira que cuando hay momentos duros en la lactancia, son duros de verdad (ese dolor de las grietas, ese niño que llora y arquea la espalda...) pero a toro pasado puedo presumir...¡¡de que menos mal que no renuncié a la lactancia materna!! Que si he disfrutado del puerperio es gracias y no pese a la lactancia materna, que me ha quitado mucho trabajo con mis mellizos, y que por nada del mundo preferiría haber renunciado a los momentos de intimidad, conexión, calma, cariño... que me ha dado la lactancia de mis hijos.
Totalmente de acuerdo; sobre todo con el comentario que los grupos de lactancia sirven también de apoyo a las "neuras", infundadas en la mayoría de casos, que tenemos las madres en algún momento, más allá del asesoramiento en la lactancia.
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