28 de enero de 2014

Colecho y lactancia (generalidades)

Los recién nacidos hacen entre 8 y 12 tomas al día, día y noche. Las tomas nocturnas son un fastidio
para la madre, que no puede dormir de seguido, pero deseables para el niño y la lactancia.
Cuantas más tomas haga la criatura, más alimento que se mete para el cuerpo, para tranquilidad de todos. por otro lado, la demanda nocturna garantiza la buena producción de leche durante el día.
Cuando la madre trabaja y no se puede estimular el pecho cada dos o tres horas durante el día, las tomas nocturnas ayudan a mantener la producción en buenos niveles.

Pero está claro que esto de dormir intermitentemente es insostenible a largo plazo, sobre todo si la mujer tiene que madrugar para trabajar fuera de casa al día siguiente.
Quien tenga la fortuna de conciliar fácilmente el sueño, porque sea de las que caen como troncos, o porque el niño no se despierta demasiado, o el marido no ronca, podrá dormir algo entre toma y toma y a lo mejor es suficiente para estar fresca cual lechuga al día siguiente.
Pero lo normal es que la madre no tenga tan fácil conciliar el sueño entre toma y toma y sus noches transcurran en un estado de insomnio permanente, que solamente se puede aguantar gracias a la paciencia descomunal que tiene una madre. Descansar se descansa, es evidente, porque como decía mi abuelo: "la cama es como un prao: si no estás dormido al menos estás tumbao". Pero no se descansa igual que con una noche de sueño profundo.

Las noches es uno de los aspectos que peor se llevan de la crianza, y hay diferentes estrategias para amoldarse a la situación. Una, es forzar al ninñ a que duerma del tirón, aunque vaya en contra de su propio proceso madurativo y le cause sufrimiento ("método Ferber o Estivill" y subvariantes).
Otra es simplemente aguantar el tirón y despertarse las veces que haga falta para atender al niño en lo que necesite (hambre, sed, calor, frío, brazos...).

El imperio de la puericultura de influencia anglosajona ha hecho que veamos como situación normal que el recién nacido duerma en una habitación alejada de los padres (eso sí, con profusión de elementos decorativos infantiles "para que esté a gusto"). Claro, levantarse tantas veces de la cama, encender la luz,  ir a la otra habitación, atender al niño , y volver a la cama, rompe totalmente el sueño de los padres y en poco tiempo resulta insostenible, si eso se tiene que hacer un promedio de tres o cuatro veces por noche. En el caso de madres múltiples, multiplicad por dos los despertares (y ya no quiero imaginarme el caso de trillizos) y el resultado será una noche infernal. Pretender sobrellevar las tomas nocturnas con el niño en otra habitación no parece la mejor opción.

Por eso mucha gente acaba rindiéndose a la evidencia de que es mejor poner la cuna o camita del niño en la habitación de matrimonio (cohabitación), al menos durante los primeros meses, aunque no todos caen en la cuenta de que para que la  situación sea realmente cómoda, la cuna o camita tiene que estar anexionada lo más posible a la cama de matrimonio (colecho en tándem), o de lo contrario hay que levantarse igualmente.

Lamentablemente muchas de las cunas supermolonas de diseño superchuli no permiten esto (aparte de que a veces no hay espacio en la habitación de los padres para meter nada más)  y hay una fortísima presión social contraria a dormir junto al niño incluso en su propio colchón. Las críticas tienen una base variopinta pero escasamente científica:
-El niño se despierta más veces, como si sacarlo de la habitación le hiciera dormir del tirón mágicamente.
-Limita las relaciones sexuales de los padres (por lo visto las parejas que acaban de tener un recién nacido tienen una vida sexual de los mas activa y apasionante, y yo sin enterarme).
-El niño se acostumbra y ya no hay quien lo saque de la habitación.

Así que en vez de optar por la opción que facilita más las cosas, muchos padres se sienten "impulsados" a elegir la opción que no facilita más sus noches.

Personalmente el colecho me parece la opción más intuitiva (en la acepción "animal" del término) de cuidar a un recién nacido por la noche y de lejos, la opción más económica y cómoda para los padres. Gracias al colecho, la madre no tiene que encender la luz ni levantarse de la cama para atender a su hijo, ni siquiera para darle de comer, ni arroparle ni nada por el estilo. De hecho, no tiene ni que abrir el ojo: medio amodorrada, puede dar el pecho tumbada mientras dormita. Con frecuencia, al día siguiente no se acuerda con claridad del número de tomas nocturnas que ha hecho el niño porque el estado de adormilamiento le ha impedido contarlas.
El colecho con las camas en tándem es más seguro pero reconozcámoslo: la madre puede acabar harta de trasladar al niño hasta su camita, el niño dormido a la teta se puede despertar en el breve trayecto, y las más de las veces el niño acaba pegado a la madre por pereza de ésta y la cama en tándem amanece vacía.

En el caso de parto múltiple, si a alguien se le ocurre una opción más cómoda y que garantice más descanso para dar el pecho de noche a dos bebés que no sea el colecho, que me lo diga y le invito a una mariscada por su ingenio e inventiva.

Así que no hace falta tampoco recurrir a recomendaciones antropológicas sobre el asunto: el colecho es un recurso egoísta para mejorar la calidad de las noches de los padres. No hay lloros ni gritos: a la que el angelito se rebulla un poco, teta y en paz. Se entera la madre medio adormilada y el padre duerme del tirón.

AHORA BIEN

El colecho también tiene sus inconvenientes:

-Temas de seguridad: hay peligro real de asfixiar o aplastar al recién nacido, cuando es muy pequeño y no tiene movilidad. Es frecuente que una madre tenga miedo de ponerlo en práctica las primeras semanas, pero en cuanto se prueba el miedo se diluye. El propio ritmo de despertares del bebé garantiza que el cuidador no pueda dormirse demasiado profundamente, y la madre ya pondrá cuidado en alejar al niño de su cuerpo o alejarse ella una vez finalizada la toma y vuelto a dormir. El colecho se puede practicar con unas sencillas normas de seguridad que son de perogrullo. Yo añadiría que si la madre es un mirlo blanco capaz de dormirse mmmmuuyyy profundamente en pocos minutos tenga especial cuidado, por si se duerme demasiado profundamente con el niño al pezón y se inclina peligrosamente hacia él. Ídem si los padres se mueven mucho al dormir.

-Pasado el primer mes, cuando el niño empieza a patalear para cambiar su posición, la percepción de riesgo cambia y la madre está confiada en no aplastar a su hijo, pero empieza a tener restricciones de movilidad. De hecho aunque la madre se aleje o se gire tras la toma, el niño pataleará para acercarse cual oruga a su madre y pegarse a ella como un toffee. Con un solo niño, pase, pero con dos niños pegados a cada lado os podeis imaginar que la madre se ve obligada a dormir en posturas muy forzadas y con escasa libertad de movimientos, y eso es un inconveniente para conciliar el sueño si se está acostumbrado a moverse mucho de noche, o a dormirse en una postura muy determinada.

-Pasados los seis meses, el niño deja de despertarse tanto por auténtica hambre y empieza a notarse claramente que a veces sólo desea calmarse succionando. Aparte suele haber un brote de despertares a partir de los 8-9 meses. La situación empieza a volverse insostenible y si la madre entra  en crisis de cansancio puede ser necesaria revisar la opción del colecho o plantearse el destete nocturno.

-El paso a dormir en la cuna, en la cama o en otra habitación es una trabajo que no por haberlo retrasado lo vamos a evitar, aunque el mayor avance madurativo del niño llegado ese momento lo puede facilitar. Si el niño ya es mayor (más de dos años por ejemplo) , se le pueden "vender" las ventajas de dormir solo en su habitación especial, o se puede negociar una solución conciliadora. Lo normal es que el niño se niegue a cambiar "sus sanas costumbres" y haya que actuar poco a poco (plan Padre, y otros métodos respetuosos de cambiar la rutina de sueño del bebé).


Muchos detractores del colecho  se escudan en este paso para no ponerlo en práctica: "es que se acotumbra y luego cuesta sacarlo de la habitación". No deja de ser cierto pero me parece incongruente que eso se vea como un problema cuando después

a)acostumbramos el chupete a los niños y luego montan el espolio cuando pretendemos quitárselo.
b)acostumbramos al niño a los pañales y luego supone un trabajo educarle en el control de los esfínteres
c)acostumbramos al niño a beber líquidos en biberón y luego tarda un montón en aprender a usar vaso
d)acostumbramos al niño a la textura muy fina de los potitos comerciales y luego cuando le intentamos dar una textura grumosa o comida sin triturar dice que "pa' tí".

Vamos, que acostumbramos a los niños a muchas cosas y después supone un esfuerzo "reeducarles", pero lo hacemos así por nuestra comodidad y facilidad en la crianza.Eso sí, siempre es más fácil reeducar a un niño a nuevas costumbres cuando su estado madurativo lo permite, y será más fácil pretender que un niño duerma alejado de sus cuidadores y de un tirón cuanto mayor sea el niño, no cuando tenga pocos meses!!!

La OMS reconoce que el colecho facilita la lactancia porque todo lo que ayude a que la madre no viva las tomas nocturnas con tanta pesadumbre, hará que la lactancia se alargue. Es una perogrullada del calibre 12.
Cuanto más descansada esté la madre y menos trabajo le supongan las tomas nocturnas, menos tentaciones tendrá de pasarse al biberón esperando que se obre la magia de que "con biberón los niños duermen del tirón" (ainns, puede que se reduzcan los despertares, pero los seguirá habiendo y serán más incómodos...). Y menos tentaciones de hacerle caso al Estivill como solución desesperada.

En definitiva: recomiendo probad el colecho sin prejuicios ni miedos, y si encontrais que existe una opción más cómoda para atender al niño de noche sin que la lactancia se vea afectada,estupendo.

En una próxima entrada entraré más en detalle de cómo me las apañaba yo en las tomas nocturnas de mis mellizos, colechando.

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